miércoles, 8 de octubre de 2008

LA TABERNA DEL CAUCHERO

Un sitio impostergable el fin de semana es "La Taberna del Cauchero". El lugar esta ubicado en la Plaza Ramón Castilla (conocida también como la plazita del amor, según una amiga). Antes de su existencia, la afluencia de público por esa construcción antigua y vetusta era – casi – nula. Salvo algunas eventuales parejas que deseaban escapar de la claridad de la luz y expresarse su amor bajo penumbras. Hoy, el lugar se erige fastuoso e imponente en sus (calculo imaginariamente) 450 metros cuadrados. Una estructura de concreto de 3 niveles. El primer nivel funciona como bar y escenario de la movida cultural iquiteña. Hasta ahí llegan exponentes de rock urbano, trovadores, poetas, cineastas, escritores, periodistas y demás personajes de la ciudad. En el mes de Junio sirvió como sede del primer festival denominado “Estamos en la Calle 2008”, sus ambientes deleitaron a los asistentes con la presentación de cortometrajes y exposición de fotos y pinturas.

El lugar tiene en sus paredes (amplias y anchas) una variedad de fotografías del Iquitos de mitad del siglo XX. No es difícil apreciarlas ya que son enormes (100 veces el tamaño de una foto común). La decoración es rústica y algo exótica. Las mesas y las sillas son largas y altas. Tiene muebles cómodos y espaciosos para los que deseen relajarse y hablar calmadamente. Ofrece tragos cortos preparados en base a raíces selváticas. Es un lugar agradable para escapar del stress y el ajetreo del ritmo de vida diario. En los 2 niveles restantes hay habitaciones para los que decidan pasar la noche, además cuenta con una piscina al fondo del primer nivel. Ayer estuve con mi padre tomando un par de jarras en el lugar. Actualmente el “Musmuki” esta funcionando ahí ya que su local original se esta remodelando. Ah, me olvide mencionar que la música es excelente. Hay jazz, blues, rock peruano, rock en ingles, trova, presentaciones en vivo. Si gustas puedes llevar tu CD y el dj te la pone sin problemas ni objeciones (¿si o no María?).

Ayer estuve por ahí y no pude dejar de recordar mi infancia. Miraba el río que pasa a unos metros de la plaza donde antes solía jugar. La gente que pasa por el lugar presuroso por llegar a su destino sin saber cual es. La espuma en mi copa tratando de perderse en el líquido dorado. La chica de al lado mirándome con una sonrisa enorme. Las bromas de mi padre que siempre me hacen relucir una carcajada en el rostro. Lo enigmático de esta ciudad. Mi reloj marcando las 3 de la mañana. Mis entrañas pidiéndome algo para comer. Recordé que antes no tenía tantas preocupaciones como ahora, pero que de todos modos, siempre es bueno volver a vivir (al menos por hoy).

1 comentario:

Carlos Ramírez Sánchez dijo...

Sí, pues, todo muy hermoso en la taberna de marras, que por cierto, tiene una calidez arquitectónica fuera de toda discusión. Sin embargo, cobrarte 15 soles por un vasito -de esos de tipo pisquero- de un Siete Raíces, como que provoca desenraizarse al toque.