La izquierda peruana es un páramo, con un suelo rico pero por ahora desabrigado, salpicado de pequeños partidos que intentan reagruparse, renovarse y probablemente dividirse como lo vienen haciendo, religiosamente, los últimos quince años.
En cambio, la derecha es un vergel lleno de flores, de candidaturas electoralmente estimables (Lourdes Flores Nano, Luis Castañeda Lossio, Alex Kouri Bumachar, Keiko Fujimori Higuchi y Ántero Flores Aráoz, entre otros). Extraño paisaje de un país cuya derecha ha perdido todas las elecciones democráticas desde 1985.
La peculiar fertilidad del suelo derechista puede explicarse por varias razones, entre ellas por su largo matrimonio de por lo menos de veinte años con el liberalismo, del cual tomó prestadas muy pocas ideas modernizadoras aunque sí todo el caché ideológico.
Esta contaminación no es del gusto de los liberales intrínsecos locales, pero, caballero nomás, ya perdieron. No obstante, lo que más impulsa la prosperidad derechista es la evolución económica y la posibilidad de perder el ritmo alcanzado.
Sin embargo, la guardianía de la estabilidad económica y de la inversión, por lo demás necesaria, ha terminado por sesgar a la derecha, llevándola a subestimar los elementos de toda gobernabilidad, es decir, la participación de la sociedad, la ampliación de los derechos sociales y la reducción de la pobreza como realidad, más allá del discurso.
Nuestra derecha, por lo menos "la de arriba", es mucho más conservadora que liberal. El elector peruano detectó hace décadas el espíritu conservador, operación que no incluye a Fujimori, quien, como se recuerda, fue en 1990 un caso de travestismo político.
De allí que en distintos momentos la derecha haya efectuado dos movimientos: 1) auparse al carro del ganador no derechista para gobernar o cogobernar, directa o indirectamente; y 2) intentar en época electoral un pasito al centro disminuyendo la intensidad de su discurso.
Esto parece a punto de cambiar. Podríamos estar ad portas de un intento serio de la derecha peruana de presentarse a cara descubierta. Alex Kouri ya predica entre los jóvenes un discurso que empieza por reconocer su pertenencia a la derecha, en tanto que Lourdes Flores ha terminado su obra de ingeniería iniciada hace más de diez años, es decir, vaciar el PPC de su contenido socialcristiano añoso para llenarlo de otro donde las ideas liberales están mejor incrustadas en el talante conservador.
De allí la propuesta de Xavier Barrón de rebautizar el PPC como Partido Popular, el hermano latino del PP español. Con Ántero Flores Aráoz y los Fujimori no hay problema porque no necesitan decir que son de derecha.
En ese grupo la incógnita es Luis Castañeda Lossio. Por sus antecedentes tiene un margen más amplio de maniobra si desea migrar al centro, para ser una exitosa repetición de Alberto Andrade o un Valentín Paniagua sin doctrina.
Los remilgos del partido del alcalde de Lima en la censura de Luis Alva Castro más que indicar su cercanía al Apra parecen ser el síntoma de una temprana elección centrista. No en vano un asesor internacional contratado por Solidaridad Nacional estuvo hace poco en Lima.
Es también la evidencia de que la derecha está tugurizada, con cuatro candidaturas por lo menos. Mucho espíritu conservador para un país con 44% de pobres –aún a pesar de nuestro conservadurismo "de abajo"– y de paso una advertencia al Apra y a Perú Posible.
Queda una última opción: que alguien salga a decirnos que la izquierda y la derecha ya no existen. Y que le creamos.
JUAN DE LA PUENTE.
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